En campaña

Cam paña relámpago esta para elegir la Asamblea Nacional, el Parlamento Andino y el Parlamento Latinoamericano.

30 fugaces días. En primera aproximación algún desprevenido podría pensar que se trata de una competencia 100% mediática. Empero, vistas con detenimiento las demandas de los ciudadanos, firmes en su decisión de no soltar la soberanía que le reconoce el artículo 5 de la Constitución, se comprende que el corazón de la estrategia comunicacional debe fundarse necesariamente en el diálogo cara a cara de los candidatos con los electores. Que se usen cuñas de radio y televisión; cintillos de prensa, afiches, murales, vallas, declaraciones periodísticas es útil pero nunca suficiente. Puesta en términos porcentuales la correlación debería ser 90% contacto directo, 10% propaganda en medios masivos. De modo que debería ser un hecho de intensa cotidianidad las asambleas populares, los recorridos casa por casa, los diálogos en las plazas públicas entre candidatos y ciudadanos; espacios abiertos a la discusión transparente, cívica, constructiva para definir compromisos corresponsables que obliguen tanto a los candidatos como a los electores en la perspectiva de que la gestión parlamentaria sea cada día más participativa, más generadora de poder popular.

Sería puro cuartorrepublicanismo hacer una campaña que se fatigue y se agote en referencias insustantivas a los temas que, por gravitar en su entorno, permean las neuronas de la población. No se trata sólo de la dimensión material de la vida social, sino también del ámbito espiritual. Por ejemplo, resulta pertinente discutir a profundidad el tema de la seguridad pública en el contexto de la propuesta de la Ley de Policía Nacional; debatir sobre las nuevas instituciones de participación en el marco de las leyes asociadas a este tema, entre muchos otros de importancia nacional.

Es en el debate de los temas de campaña que se manifiestan las visiones y matices ideológicos que dinamizan el proceso político del país. Vale decir, la discusión ideológica no se realiza en el etiquetamiento con ismos de los actores políticos, sino —fecundamente— en la definición conceptual y operacional de las políticas públicas expresadas en forma de leyes y acciones de impulso de la participación ciudadana en la gestión de los asuntos públicos, como fórmula para avanzar en el tránsito del desarrollo pleno del proyecto de país contenido en la Constitución. De tal manera que ha de asumirse la consigna “Por más poder popular” como un sinónimo de socialismo siglo XXI, al igual que lo son Barrio Adentro, Robinson, Ribas, Sucre, Milagro, Vuelvan Caras, la nueva estrategia de defensa nacional, las cooperativas, el ordenamiento democrático de la tenencia de la tierra, la democratización del crédito, los consejos comunales.

La estrategia comunicacional aquí esbozada comporta un enraizamiento organizativo que encauce la energía de diversas organizaciones entrelazadas por una visión de país compartida y congregadas en una misma plataforma electoral. De esta forma se optimizan las potencialidades de la búsqueda y defensa organizada del voto mediante las modalidades de trabajo directo con el elector, por ejemplo, las triunfantes patrullas electorales de la campaña Batalla de Santa Inés; instrumento que, guiado por las unidades de batalla electoral, demostró una vez más el viejo aserto: nada más poderoso que un pueblo unido y conscientemente organizado.

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